Thomas Meyer, fundador y presidente de Desigual (dueño del 90%), a sus cerca de 60 años, viste de un modo desenfadado, no usa jamás corbata, no tiene despacho y va en bicicleta desde su casa (en el Born) a las oficinas de Desigual en La Barceloneta, al lado del Hotel Vela.
Suizo de nacimiento, a los 20 años montó un tenderete hippy en Ibiza, y en 1983 tuvo un golpe de suerte que daría un giro a su vida. A partir de un lote de 3.000 pantalones vaqueros de segunda mano, en lugar de venderlos, los convirtió en retales con los que confeccionó una cazadora que tuvo un gran éxito. En 1988 la empresa suspendió pagos.
Actualmente, Thomas Meyer, asume las funciones ejecutivas de una cadena que está en más 100 países, con una red de 700 tiendas, y sus productos se venden en más de 10.000 establecimientos.
En 2014, Desigual creció un 16% facturando 965 millones y ganó 135 millones. El 100% de la empresa se valoró hace un año en 2.700 millones.
Este genio, al que no le gusta aparecer en los medios, lo único que le interesa es la creatividad y sus charlas con los diseñadores; las cuentas de resultados le aburren, y detesta las reuniones con los financieros de la empresa, de hecho, los directivos le duran muy poco tiempo.
Mención especial requiere su sede central en Barcelona de 24.000 m2, una empresa que no parece una empresa: con rincones para descansar, ágoras abiertas para tomar café y desayunar, vistas impresionantes al mar, showrooms creativos para presentaciones de sus colecciones, aulas divertidas y coloridas, bibliotecas….
El lema de la compañía es “Fun & Profit”, podemos ganar dinero divirtiéndonos cada día. No debería ser incompatible.